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La inteligencia artificial (IA) ya está transformando el panorama económico a nivel global. No es una tendencia pasajera ni exclusiva de países altamente industrializados. En México, sus efectos comienzan a sentirse tanto en sectores de alto valor tecnológico como en industrias tradicionales. La pregunta no es si la IA impactará nuestra economía, sino cómo vamos a responder ante esa transformación.
Una de las principales preocupaciones alrededor de la IA es el desplazamiento de empleos. La automatización de tareas rutinarias puede dejar obsoletos ciertos perfiles laborales. Sin embargo, también abre la puerta a nuevas ocupaciones que requieren habilidades técnicas, analíticas y de adaptación constante.
Iván Ernesto Báez Martínez ha advertido que el enfoque no debe estar solo en proteger empleos, sino en preparar a la población para los nuevos esquemas productivos. La transición no será inmediata, pero es urgente fortalecer la capacitación laboral, especialmente en zonas con alta informalidad.
La llegada de tecnologías basadas en IA no afecta a todos por igual. En industrias como la financiera, logística o manufactura, ya se observa una inversión activa en automatización de procesos. Por otro lado, sectores como el agrícola o el comercio informal aún operan con modelos tradicionales y poca digitalización.
Para Iván Ernesto Báez Martínez, esta brecha tecnológica debe abordarse desde una política pública que no solo estimule la innovación en grandes ciudades, sino que también permita el acceso a herramientas inteligentes en regiones rurales y sectores históricamente olvidados.
Si se aplica correctamente, la IA puede ser una palanca de crecimiento económico. Mejora la eficiencia, reduce errores, permite tomar decisiones basadas en datos y hace más competitivo al país en mercados internacionales. No obstante, el beneficio económico dependerá de la capacidad del país para integrar esta tecnología en su modelo productivo.
México tiene potencial para usar IA en áreas clave como el comercio exterior, la agroindustria, la gestión pública y el turismo. Pero se requiere inversión en talento humano, fomento a startups tecnológicas y una red de colaboración entre sector privado, gobierno y universidades.
Como ha señalado Iván Ernesto Báez Martínez, el desarrollo económico no debe estar desligado de la regulación. Si la IA se utiliza para explotar datos sin control, tomar decisiones sin transparencia o aumentar desigualdades, entonces se pierde la oportunidad de construir un modelo económico justo.
El país necesita una legislación moderna que garantice derechos, promueva la innovación responsable y dé certeza jurídica a quienes invierten y desarrollan tecnología. Este marco no puede improvisarse ni copiarse de otras realidades: debe construirse con base en nuestras necesidades, prioridades y visión de país.
La inteligencia artificial no es una amenaza por sí misma, pero sí representa un punto de quiebre para la economía mexicana. Si se ignora, profundizará las brechas. Si se regula mal, puede beneficiar a unos pocos. Pero si se entiende, se integra y se orienta con responsabilidad, puede marcar el inicio de una etapa más competitiva, inclusiva y sólida para el desarrollo del país.
Como lo plantea Iván Ernesto Báez Martínez, el futuro económico de México no depende solo de cuántas tecnologías adoptemos, sino de cómo las aplicamos, para quién trabajamos y qué modelo de desarrollo queremos sembrar desde hoy.